Hace veinte años, el 27 de octubre de 1999, Dark Castle Entertainment lanzó un remake de «La casa de la colina embrujada» de William Castle. Dirigida por Dick Beebe a partir de la historia original de Robb White de 1959 y dirigida por William Malone, el remake de 1999 se trasladó a un inquietante hospital psiquiátrico para su escenario embrujado. Esta vez los fantasmas eran muy reales y muy vengativos. En el centro de todo, sin embargo, estaba la inspirada actuación de Geoffrey Rush. Rush interpretó al magnate de los parques de atracciones Steven Price, el rico anfitrión de la fiesta de cumpleaños de su esposa, que ofrece 1.000.000 de dólares a quien pueda soportar una noche en el hospital embrujado. Este era precisamente el mismo papel que Vincent Price interpretó en la película original de 1959, y el personaje fue rebautizado en referencia. La ironía, sin embargo, es que Steven Price no debía parecerse inicialmente a Vincent Price; el guión lo describía originalmente como un hombre de negocios corriente. A Rush no le gustaba esa descripción tan sosa y se dirigió a Malone con un concepto más propio de un excéntrico magnate de los parques de atracciones: ¿qué pasaría si Steven Price se pareciera al director John Waters?
Malone accedió a que Rush probara el aspecto, pero cuando Rush se transformó para parecerse a Waters, acabó pareciéndose más a Vincent Price. Se quedó. Pero el aspecto es sólo una pequeña parte de la magistral aproximación de Rush al personaje. La otra mitad, la más importante, es su interpretación, que roba escenas.
En su primera escena, Steven Price es presentado como un hombre de negocios rápido y con un ingenio sardónico. En medio de una entrevista de prensa para la inauguración de su última atracción de parque temático llena de trucos, recibe una llamada telefónica. Después de colgar, el periodista le pregunta si era por negocios o por placer. Él responde con una sonrisa irónica: «Ninguno; mi mujer». Responde a más preguntas sobre la nueva atracción antes de llevar a la periodista y a su cámara a un ascensor que parece subir directamente a la montaña rusa adyacente. Con fanfarronería, se desentiende de sus preocupaciones de seguridad, pero luego se aferra a la pared del ascensor gritando cuando éste parece romperse y caer repentinamente. Justo cuando el ascensor está a punto de estrellarse contra el suelo y la muerte parece inminente, el truco se revela. Era parte del espectáculo, y Price es el showman. Uno que obtiene un claro placer de asustar a la gente.
Ese personaje de showman es importante para la trama porque es el catalizador esencial para llevar al grupo de personas al Instituto Psiquiátrico Vannacutt en primer lugar. Ese personaje también es interesante a nivel de carácter. Price es un personaje acostumbrado a ejercer el control, a ser el que mueve todos los hilos entre bastidores. Cuando las cosas empiezan a torcerse, se queda perplejo. Se cambian las tornas y es él quien experimenta el miedo por una vez. Ver cómo Rush hace que Price pase de ser un titiritero controlado a una marioneta asustada es fascinante.
Mientras los espíritus inquietos hacen la guerra a los huéspedes humanos, hay una guerra a menor escala pero igualmente despiadada que tiene lugar entre Steven y su esposa Evelyn (Famke Janssen). Está claro desde el principio que el dúo de marido y mujer no tiene nada más que un veneno helado entre ellos, y se intensifica desde el intercambio de púas hasta los planes de asesinato a medida que avanza la narración. La química entre Rush y Janssen cuando sus personajes optan por el asesinato en lugar del divorcio es la dinámica más interesante de toda la película.
A lo largo de la película, Rush pasa sin problemas de ser un despiadado hombre de negocios a la víctima simpática de una esposa malvada que nunca le quiso. En el tercer acto, sin embargo, vuelve a dar un giro firme hacia la villanía, con Evelyn empujándolo al borde de la locura homicida. Incluso entonces, hay destellos de humanidad. Steven Price es un personaje siempre fluido que te mantiene expectante. Evelyn es fría como una piedra de principio a fin, pero Steven es tan complejo que tu lealtad cambia constantemente. Ningún otro personaje de la película tiene un recorrido emocional tan grande o tan complicado como el de Steven. Gran parte de ello se debe a la magistral interpretación de Rush.
Veinte años después, La casa de la colina encantada se mantiene en pie -incluso cuando esa tonta nube de fantasmas CGI la debilita- gracias a sus elaborados decorados, a sus grandes momentos de miedo y a sus horripilantes muertes. Sin embargo, la mayor razón por la que este remake resiste la prueba del tiempo es la cautivadora y viva interpretación de Steven Price por el siempre genial Geoffrey Rush.