Se ha dicho que el matrimonio es la combinación de dos muy buenos perdonadores. Hemos comprobado que esto es cierto en nuestro propio matrimonio, ¡muchas veces! Y hemos observado innumerables relaciones exitosas formadas por buenos perdonadores también.
Cuando se tiene una relación tan estrecha con otro ser humano, es inevitable que se pisen los pies. Eso es parte de la vida. El truco es ser capaz de ofrecer el perdón al otro de una manera genuina y significativa, para que cuando esos momentos lleguen, estén listos para enfrentarlos de frente.
¿Pero qué es realmente el perdón?
Primero, es fundamental entender qué es el perdón. El perdón es renunciar al derecho de tomar represalias contra alguien que te ha herido. No es la renuncia a sus límites y dignidad, y no es algo barato o fácil de extender.
Cuando extienda el perdón a su cónyuge, sepa lo que está perdonando. Sea honesto acerca de cómo el daño ha sido perjudicial para su espíritu. En el proceso de perdón, no se limite a perdonar y olvidar; perdone, pero extienda algunas indicaciones a su cónyuge sobre cómo puede manejar mejor su corazón con cuidado en el futuro.
El perdón en el matrimonio es una necesidad porque:
El acto de perdonar fortalece nuestro amor.
El perdón es una forma de amor en acción, y no podemos llegar lejos en el matrimonio sin él. Cuando amas a alguien, eres vulnerable con él, y viceversa. Tu cónyuge tiene el poder de herirte más profundamente que cualquier otra persona en el mundo porque valoras su aprobación y afirmación más que la de cualquier otra persona. Su cónyuge también es tan vulnerable a ser herido por usted como usted lo es a ser herido por él.
Cuando nos perdonamos unos a otros, extendemos un amor sacrificado. Cuando somos perdonados, nos sentimos humildes y decididos a amar mejor a nuestros cónyuges en el futuro. Este ciclo nos desafía a amarnos unos a otros de forma más plena, completa y desinteresada. Y a lo largo de los años, a medida que seguimos practicando esta danza del perdón, nuestro vínculo se hace más profundo y más fuerte.
El perdón nos libera.
El perdón nos libera de dos maneras: en primer lugar, libera al ofensor; en segundo lugar, libera al que fue herido.
El perdón beneficia al que perdona tanto o más que a la persona que está siendo perdonada. Nos libera de ser arrastrados por la falta de perdón, que finalmente se convierte en resentimiento. Y cuando te aferras al resentimiento, no le hace bien a nadie, especialmente a ti.
Habrá momentos en los que necesitaremos ofrecer el perdón a nuestro cónyuge, ya sea que lo haya pedido o no. Cuando lo haga, recuerde que se está liberando de una prisión de resentimiento y ofrezca amablemente el perdón a su cónyuge.
Las lecciones que aprendemos al perdonar a nuestro cónyuge pueden extenderse más allá del matrimonio.
Perdonar a cualquier persona puede ser difícil, ya sea un amigo, un familiar o un compañero de trabajo. Pero cuando la persona que más quieres en el mundo te ha hecho daño, el proceso de perdonar puede ser increíblemente difícil y doloroso. Una vez que haya practicado el perdón en su matrimonio durante un tiempo, puede que le resulte más fácil extender el perdón a las personas ajenas a su relación.
Perdonarse mutuamente como marido y mujer también puede ayudarle a enseñar a sus hijos a perdonar. Modelar un perdón saludable y permitirles ver a sus padres vivirlo les dará las herramientas que necesitan para practicar el perdón en sus propias relaciones a medida que crecen.
Poniéndolo en práctica
Ser capaces de perdonarnos unos a otros nos enseña a amarnos y a los que nos rodean de una manera más piadosa, y nos ayuda a ser más sensibles a los efectos de nuestras acciones en los demás. En resumen, nos hace mejores esposos, esposas, padres, amigos, compañeros de trabajo y personas.
Es importante señalar, una vez más, que el perdón es un proceso. Puedes tener la intención de perdonar, pero no puedes controlar los pasos para el perdón, ni el tiempo que se necesita para llegar a él. Si el daño que quieres perdonar es especialmente grave, puede llevar mucho tiempo completar el proceso. Cueste lo que cueste, ponte en el camino del perdón y confía en que Dios te encontrará en ese camino. Y date gracia y tiempo mientras lo recorres.