Acedia es un término del vocabulario griego clásico que un autor cristiano del siglo IV, Evagre el Póntico, utiliza en un sentido especial, para describir un estado mental caracterizado, entre otras cosas, por el asco y el abatimiento, y que, según él, entra en lo que se convirtió en la primera lista de pecados capitales. La palabra nos fue transmitida por otro monje de los desiertos egipcios, Jean Cassien, con un cambio de significado que la hacía muy difícil de distinguir de la tristeza: su público era muy diferente al de su predecesor, ya que escribía para los latinos, poco inclinados a la vida anacorética pero entre los que se desarrollaron las primeras grandes instituciones cenobíticas de Occidente. Un siglo más tarde, el papa Gregorio Magno elimina la acedia de la lista de pecados capitales, bien porque no la distingue de la tristeza (y de la pereza), bien porque la considera un estado mórbido y, como tal, dependiente de cuidados médicos. La palabra ha sobrevivido, sin embargo, hasta Tomás de Aquino y más tarde, y su estudio aporta valiosos datos sobre los estados mentales que prefiguran nuestras modernas depresiones.