La adaptación está inscrita en la naturaleza. Nuestro entorno, nuestra profesión y nuestra vida personal cambian constantemente. Para asegurar nuestra vitalidad, nos adaptamos constantemente; reaccionamos al entorno externo y nos vemos afectados y moldeados por las cosas que ocurren a nuestro alrededor. La adaptación se produce en la naturaleza sin previsión y sin resistencia. Sin embargo, para nosotros, como seres humanos, el cambio representa lo desconocido, algo a lo que no estamos acostumbrados y, por lo tanto, a menudo desconfiamos de emprender. Desde un punto de vista científico, entendemos que la evolución no se produce sin las necesarias adaptaciones y alteraciones que sufren los organismos a lo largo de las generaciones. Son precisamente esos cambios en la naturaleza, como los patrones de hibernación o migración de un animal, los que permiten a una especie evolucionar y, en última instancia, sobrevivir en este mundo en constante cambio.
Los seres humanos respondemos a los cambios tanto física como socialmente. Nuestra fisiología puede verse alterada por variables como el clima, la geografía y el tiempo. Nuestros cuerpos se adaptan para protegernos de las enfermedades y nos permiten consumir diferentes nutrientes que están disponibles en nuestros entornos específicos.
En odontología, pasamos la mayor parte de nuestro tiempo tratando de moldear nuestro proceso de restauración al entorno. Los rasgos faciales, la dinámica de los labios y las preocupaciones funcionales forman parte de nuestra vida diaria. Sin embargo, en algunos casos, nuestro trabajo sobrevive o fracasa basándose más en el proceso de adaptación del paciente que en nuestra capacidad técnica o inteligencia. Nuestros esfuerzos restauradores se emplean en un individuo que vive y respira, por lo que nuestras restauraciones deben estar preparadas para vivir y respirar con nuestro paciente. El entorno oral no es constante; los alojamientos condilares cambian, el hueso se reabsorbe y los dientes se mueven. A veces parece que estamos persiguiendo un objetivo en movimiento. Mientras que algunos pacientes pasan por un trabajo protésico importante y nunca parecen tener problemas, otros pueden recibir pequeños ajustes y tienen dificultades para adaptarse a los cambios. Debemos reconocer los inevitables cambios y reacciones que se producen en el día a día del paciente. A corto plazo, nuestras restauraciones pueden significar la diferencia en la salud y la estética inmediatas de nuestros pacientes. Nuestros objetivos también deben ser a largo plazo, por lo que debemos ser conscientes del entorno dinámico en el que debe sobrevivir nuestro trabajo. Esta perspectiva puede suponer un cambio en la forma habitual de ver nuestro trabajo. Pero, al igual que los animales en la naturaleza, sobrevivimos en nuestra profesión gracias a nuestra voluntad de cambio y adaptación.
Peter Pizzi, MDT, CDT
Editor Jefe
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