Nouvian se inspiró en un viaje al Acuario de la Bahía de Monterey, tres de cuyos expertos colaboran en el libro. Los ensayos, dirigidos a un público no especializado, quedan en segundo plano ante las fantásticas imágenes de los habitantes de este mundo extraterrestre. En las profundidades, la biomasa es 5.000 veces menos densa que en la superficie, pero la diversidad de especies es grande, como ilustra el libro. Los navegantes encontrarán sin duda irresistibles las seductoras fotografías.
En el océano, la bioluminiscencia es la norma. Algunos animales tienen «faros» que les permiten ver en la distancia; otros utilizan la luz para defenderse (como camuflaje o para cegar a los atacantes) o como señuelo. La criatura de arriba parece una bengala helicoidal del 4 de julio, pero en realidad es una especie no identificada de sifonóforo fisionómico que mide 45 centímetros. Cuando se alimenta, despliega miles de tentáculos bioluminiscentes para atraer y envenenar a sus presas.
Un crustáceo de 20 centímetros que vive a 2.300 metros de profundidad en una cresta submarina al sur de la Isla de Pascua no suele despertar mucho interés fuera de los círculos taxonómicos.