Las hepatitis víricas son enfermedades comunes del hombre moderno, tanto en los países industrializados como en los que están en vías de desarrollo, con una prevalencia variable de tipos particulares y modo de transmisión. En la medicina actual, las hepatitis víricas se clasifican en la nomenclatura A-E, diferenciando los virus que pueden definirse etiológicamente con certeza sobre la base de marcadores séricos y las hepatitis que presentan todas las características clínicas y de laboratorio de las hepatitis víricas pero de agentes causales aún no demostrables, clasificadas en el grupo de las hepatitis no A, no E. Dos cuestiones son de gran relevancia en la patogénesis de las hepatitis víricas: la vía de transmisión (fecal-oral o parenteral) y el mecanismo básico de lesión de los hepatocitos. Aunque todos los virus de la hepatitis se replican dentro del hepatocito, el mecanismo exacto de la necrosis del hepatocito aún no se ha dilucidado del todo, es decir, citotoxicidad directa o respuesta inmunitaria hepatoprogresiva mediada principalmente por los linfocitos CD8 citotóxicos específicos. Dependiendo del lugar de entrada, el virus se replica en el tejido linfático adyacente durante algún tiempo, seguido de viremia primaria, replicación del virus en los órganos linforreticulares (ganglios linfáticos, hígado, bazo) y, finalmente, entrada en las células diana: los hepatocitos, acompañada de un grado variable de necrosis y reacción inflamatoria. Los signos clínicos y de laboratorio de la enfermedad corresponden al grado de necrosis del hígado y no son específicos de determinados tipos de hepatitis vírica. Los síntomas más frecuentes, comunes a todos los tipos de hepatitis vírica de gravedad moderada, son la elevación de la temperatura corporal que persiste durante días, la fatiga, la pérdida gradual del apetito, las náuseas, el dolor sordo y las molestias en el DRL, los vómitos, las múltiples deposiciones blandas, la orina oscura, la ictericia de la piel y las mucosas y las heces claras. Por lo general, el resultado final de la enfermedad es la eliminación del virus y la recuperación completa; sin embargo, también puede producirse un curso fulminante con resultado letal o la transición a una enfermedad crónica, lo que convierte a las hepatitis víricas en un importante problema de salud pública en todo el mundo. En la infectología clásica, se han descrito cuatro etapas clínicas de la enfermedad: etapa de incubación o preclínica, caracterizada por una intensa replicación del virus; etapa prodrómica o preictérica, con pronunciados síntomas generales de infección; etapa ictérica; y etapa de recuperación. Las etapas pueden mostrar una gran variación interindividual en cuanto a su duración y gravedad. El desarrollo de tecnologías moleculares en la última década ha contribuido en gran medida a una mejor comprensión de la patogénesis de las hepatitis víricas y ha permitido un seguimiento adecuado del efecto del tratamiento antiviral. Sin embargo, el mayor inconveniente de estas pruebas es su elevado coste. Se describen las características clínicas básicas y las opciones de diagnóstico de determinados tipos de hepatitis víricas, con especial referencia a los últimos conceptos importantes sobre la patogénesis de la enfermedad.