No hay nada peor que viajar por la autopista, a ritmo de crucero escuchando tu música favorita, cuando una furgoneta en el arcén te llama la atención: ¡un radar!
Mirando hacia abajo, ves que tu velocímetro marca 115km/h y no hay tiempo para reducir la velocidad, pero al pasar volando, no hay ningún destello.
¿Te has salido con la tuya o hay otras cosas en juego? Aquí es donde entra en juego el conocimiento de cómo funciona el sistema del velocímetro.
Los primeros velocímetros instalados en los vehículos funcionaban con un cable.
Este cable se instalaba en la caja de cambios o cerca de las ruedas y se conectaba directamente a la parte trasera del cuadro de instrumentos.
Utilizando el electromagnetismo (esa es la gran palabra de la época) el cable giraba más o menos rápido dependiendo de la velocidad de las ruedas.
La aguja del velocímetro estaba conectada a un imán, y el giro del cable creaba un campo magnético, que accionaba la aguja.
Al ir más rápido aumentaba el campo magnético, lo que movía la aguja hacia arriba, y al ir más despacio la aguja volvía a bajar.
Parece complicado, ¿verdad? En realidad, este es el sistema más sencillo, ya que el funcionamiento del velocímetro actual es mucho más complejo.
El sistema de cables comenzó a eliminarse en la década de 1980, ya que cada vez más vehículos estaban equipados con frenos antibloqueo (ABS) y sensores de velocidad de las ruedas.
Estos sensores permiten una lectura de la velocidad mucho más precisa, ya que controlan la velocidad de las ruedas en tiempo real y envían una señal digital a la unidad de control del motor (ECU).
Esta señal se transmite al cuadro de instrumentos.
Suena sencillo, pero permítame explicarlo con un poco más de detalle.
Este sistema también utiliza imanes, que se instalan en los ejes de transmisión o en los rodamientos de las ruedas.
Estos imanes giran a diferentes velocidades a medida que el vehículo se mueve, y unos sensores especiales, llamados sensores Hall, recogen este movimiento como un pulso eléctrico.
Este pulso se envía a la ECU a través de un mazo de cables, que luego calcula la velocidad utilizando los parámetros establecidos por el fabricante.
Esta velocidad se muestra entonces en un velocímetro analógico (que utiliza una aguja para indicar la velocidad) o, en los coches más modernos, a través de una lectura digital completa.
Este sistema también realiza un seguimiento de la rotación de las ruedas, por lo que también proporciona la lectura del odómetro de su vehículo. En pocas palabras: las ruedas giran, envían una señal al ordenador y muestran la velocidad.
Puede que estés pensando: «esto no ha respondido a por qué no me han puesto una multa por exceso de velocidad», y estarías en lo cierto.
Para explicarlo, primero hemos tenido que repasar cómo funciona el velocímetro. A partir de 2006, las normas de diseño australianas (ADR, por sus siglas en inglés) dictan que todos los vehículos nuevos deben tener un cierto margen de maniobra a la hora de mostrar la velocidad.
La mayoría de los vehículos nuevos indicarán entre 5km/h y 8km/h por encima de la velocidad real, así que si estás viajando a 100km/h indicados, es posible que sólo estés haciendo 92km/h!
Si quieres leer más sobre esto, el gobierno australiano ha publicado el documento oficial, que se puede ver aquí. Advertencia: ¡puede que se duerma antes de llegar al final!
Entender los fundamentos de cómo funciona su velocímetro es clave para asegurarse de que está operando su vehículo dentro de los límites de la ley, y la próxima vez que un amable oficial de policía le pregunte a qué velocidad iba, entenderá exactamente lo que su coche le mostró al responder.