El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) se diagnostica en niños y adolescentes mediante una entrevista clínica con un profesional de la salud mental infantil capacitado para evaluar y diagnosticar. Lo más habitual es que estos profesionales sean psiquiatras, psicólogos o neurólogos especializados en el trabajo con niños y adolescentes. Las pruebas neuropsicológicas pueden sugerir el diagnóstico, pero sin una evaluación clínica, no son suficientes para hacer el diagnóstico. El TDAH aún no puede diagnosticarse en un niño individual mediante imágenes cerebrales como la resonancia magnética, el PET o el TAC. Técnicamente, para ser diagnosticado con TDAH, un niño debe tener al menos seis síntomas de TDAH de inatención, hiperactividad-impulsividad, o ambos. Además, estos síntomas deben estar presentes durante al menos 6 meses o más, estar presentes antes de los siete años y causar un deterioro o dificultades significativas en dos o más entornos, como el hogar, la escuela/el trabajo o los entornos sociales. Los síntomas de la falta de atención incluyen tener dificultades para mantener la atención, tener dificultades para escuchar o seguir instrucciones, cometer errores por descuido, evitar tareas que requieran una concentración sostenida, ser olvidadizo, distraerse fácilmente y perder las cosas con facilidad. Los síntomas de la hiperactividad-impulsividad incluyen tener dificultades para realizar actividades tranquilas, estar inquieto (como salir del aula), hablar en exceso o soltar respuestas, interrumpir a menudo a los demás y tener dificultades para esperar su turno.
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