¿Qué es el Crash bursátil de 1929?
El crash bursátil de 1929 es el más famoso de todos los tiempos. En un solo día (el 24 de octubre de 1929), los vendedores, presas del pánico, negociaron casi 13 millones de acciones en la Bolsa de Nueva York (más del triple del volumen normal de la época), y los inversores sufrieron pérdidas por valor de 5.000 millones de dólares.
¿Cómo funciona el crack bursátil de 1929?
Los años que precedieron al crack bursátil de 1929 estuvieron llenos de exuberancia irracional. Los precios de las acciones habían subido de forma generalizada, incluso en el caso de las empresas que registraban pocos beneficios, y los inversores eran muy optimistas en cuanto a que la tendencia general al alza del mercado y de la economía continuaría durante algún tiempo.
El Promedio Industrial Dow Jones casi se duplicó, pasando de 191 a principios de 1928 a 381 el 3 de septiembre de 1929. Sin embargo, los precios empezaron a caer ligeramente pero de forma constante, ya que los inversores empezaron a tomar beneficios. Muchos economistas no estaban seguros de qué hacer con la caída, e Irving Fisher, un conocido economista de la época, la desestimó como nada serio.
Entonces, el 10 de octubre de 1929, el Promedio Industrial Dow Jones cerró por encima de 350 por primera vez en 10 días de negociación. Este respiro provocó la toma de beneficios, y el Promedio Industrial Dow Jones comenzó a caer de nuevo en medio de las ventas. Las ventas se intensificaron el lunes 23 de octubre, y el mercado cayó un 6,3%. El 24 de octubre, el jueves negro, el frenesí vendedor alcanzó una masa crítica y se convirtió en pánico total. El volumen de operaciones fue tan elevado que retrasó la emisión de los teletipos durante más de una hora, lo que creó confusión y ansiedad. Algunas bolsas se vieron tan desbordadas que cerraron antes de tiempo. El Promedio Industrial Dow Jones cerró a 299,27 ese día. El Promedio Industrial Dow Jones cerró a 230,07 ese día.
El crack bursátil de 1929 se asocia a menudo con historias de inversores y comerciantes que saltan por las ventanas tras perderlo todo. Sin embargo, no todo estaba perdido: un repunte que comenzó cuando Richard Whitey, entonces jefe de la Bolsa de Nueva York, empezó a comprar tranquilamente acciones de U.S. Steel y otras empresas. Su confianza animó a otros a empezar a comprar. Sin embargo, esto no hizo más que frenar temporalmente la marea, porque desde el jueves negro hasta el 29 de octubre de 1929 (martes negro), las acciones siguieron perdiendo más de 26.000 millones de dólares de valor y más de 30 millones de acciones negociadas. Después de esta semana nefasta, los precios siguieron cayendo, y se calcula que a mediados de noviembre de 1929 se habían perdido 30.000 millones de dólares en valores bursátiles.
Los días que rodearon el desplome de la bolsa de 1929 fueron especialmente dolorosos para los inversores que habían pedido dinero prestado para comprar acciones que habían perdido su valor o estaban a punto de perderlo. La situación influyó en lo que se convirtió en un importante punto de inflexión para la economía estadounidense porque muchos de estos prestatarios, que se habían apalancado considerablemente en un esfuerzo por participar en el mercado alcista, quedaron arruinados financieramente. Tuvieron que venderlo todo para pagar sus deudas, y muchos no pudieron pagarlas en absoluto. Miles de bancos quebraron como resultado; las empresas cerraron, incapaces de obtener crédito; y la renta disponible de la nación cayó precipitadamente.
¿Por qué es importante el desplome de la bolsa de 1929?
Los historiadores suelen citar el desplome de la bolsa de 1929 como el comienzo de la Gran Depresión porque marcó no sólo el final de uno de los mayores mercados alcistas del país, sino también el fin del optimismo y la confianza generalizados en la economía estadounidense.
Como ocurre con muchos reveses del mercado, las causas son numerosas, están entrelazadas y son controvertidas. Por ejemplo, muchos citan la aprobación en septiembre de 1929 de la Ley Arancelaria Smoot-Hawley, que imponía elevados impuestos a muchos artículos importados, como una de las principales causas de la inestabilidad del mercado. Otros señalan la enorme cantidad de apalancamiento que los inversores habían utilizado para comprar acciones, y algunos citan la retirada de los fondos británicos invertidos en Estados Unidos, que estuvo plagada de escándalos, y la subida del tipo de descuento del Banco de Inglaterra el 26 de septiembre. En cualquier caso, los inversores ya no consideraban los elevados beneficios y dividendos de las empresas, los altos salarios, la fácil disponibilidad de la deuda bancaria, el auge de la industria automovilística y la relativa falta de regulación del mercado de valores únicamente como signos de que se avecinaban días mejores. Empezaron a verlos como señales de un mercado listo para el retroceso.
Además del dramático efecto en la psicología de los inversores, el desplome del mercado de valores de 1929 contribuyó a la creación de una variedad de nuevas leyes, organizaciones y programas diseñados para mejorar la infraestructura del país, fomentar el bienestar social y prevenir el fraude y los abusos de las empresas. Entre ellas, la creación de la Federal Depository Insurance Corporation y la aprobación de la Securities Act de 1933, la Glass-Steagall Act de 1933, la Securities Exchange Act de 1934 y la Public Utility Holding Act de 1935. El pánico causado por los retrasos en la información también dio lugar a sistemas de teletipos más rápidos que pudieran manejar días de gran actividad comercial.