Los girondinos se refieren a un grupo parlamentario llamado así porque varios de sus miembros procedían del departamento de la Gironda. Agrupados en torno a Brissot y Vergniaud, fueron al principio, más conocidos como los brissotinos.
Durante la Revolución Francesa, a finales de 1791, se abrió un debate en el club jacobino sobre la conveniencia de una guerra contra los «déspotas» europeos. Se producirá una lucha a muerte entre dos clanes políticos:
Llamados así en la época del Legislativo porque su líder era el diputado Brissot, más tarde se llamarán Girondinos porque varios de ellos proceden del departamento de Gironda. Entre ellos se encontraban Guadet, Buzot, Condorcet, Pétion, Pache, Louvet, Barbaroux, así como Roland de la Platière y su esposa, Manon Philipon.
Suponiendo que pertenecían a la burguesía acomodada, temían tanto la vuelta al Antiguo Régimen como las insurrecciones populares. Querían salvaguardar las instituciones descentralizadas creadas en 1789 y estabilizar la Revolución. Algunos de ellos abogaron por una guerra que obligara al rey a elegir definitivamente el bando de la Revolución y que extendiera a Europa las conquistas de la Revolución y los Derechos del Hombre.
¡Se les llama así quizás por referencia a los símbolos masónicos o más sencillamente porque en la Asamblea Legislativa y en la Convención, sus miembros se sientan a la izquierda del presidente, en los tramos más altos: la Montaña, que se distingue de la Llanura, los tramos inferiores donde se encuentran los diputados más discretos! Están dirigidos por Robespierre, Danton, Saint-Just, Marat…
Quieren un poder fuerte y centralizado para, sobre todo, consolidar las conquistas de la Revolución y no desean la guerra a cualquier precio. Se apoyan en los sans-culottes parisinos, siempre dispuestos a iniciar una revuelta.
Los girondinos son llamados al gobierno el 23 de marzo de 1792 por Luis XVI, porque, al igual que el rey pero por motivos opuestos, aspiran a la guerra contra Austria. Lo veían como una forma de separar al rey de los demás monarcas y de los emigrados, al menos en caso de victoria. El rey, por su parte, quería que sus tropas fueran derrotadas y que los extranjeros le devolvieran sus derechos. Estos cálculos indispusieron al máximo a Robespierre y a los Montagne.
Tras la caída de la monarquía (10 de agosto de 1792), los girondinos tuvieron que enfrentarse a la hostilidad de los Montagnards de la Convención y de la Comuna de París, que querían establecer una dictadura para salvar las conquistas de la Revolución y expulsar definitivamente a los ejércitos extranjeros. Fueron arrestados el 2 de junio de 1793 y guillotinados unos meses más tarde, con la excepción de Jean-Marie Roland que logró escapar… pero se quitó la vida al enterarse de la ejecución de su esposa.
Ver: La Revolución Francesa