La tasa de pacientes que sufren deterioro cognitivo leve o cualquier tipo de demencia ha ido en constante aumento. Teniendo en cuenta que hasta la fecha no se ha descubierto ningún tratamiento eficaz de la demencia y que el uso de fármacos puede tener numerosos efectos secundarios, existe una necesidad urgente de aplicar intervenciones alternativas no farmacológicas. Con este fin, el objetivo de este estudio fue investigar los efectos de la actividad física en el deterioro cognitivo de los ancianos, y su uso como forma de intervención no farmacológica para el tratamiento de la demencia. Tomando una revisión de la literatura relevante, como su método de recolección de datos, este estudio examinó los artículos revisados por pares publicados entre 2010 y 2018 que cumplieron con los criterios para su inclusión. Los artículos se extrajeron de tres bases de datos electrónicas (PubMed, ScienceDirect y Web of Science), y se examinaron con respecto a las poblaciones consideradas, el diseño de la investigación, el tipo de programas de intervención y las herramientas de evaluación aplicadas. La gran mayoría de estos trabajos de investigación tienden a apoyar que la actividad física ofrece importantes beneficios a las personas que padecen la enfermedad de Alzheimer u otras demencias. En concreto, ayuda a estabilizar y mejorar la función cognitiva, así como a reducir y retrasar la aparición de síntomas neuropsiquiátricos graves como la depresión, la confusión, la apatía, etc. Además, el ejercicio físico desempeña un papel importante en la mejora del funcionamiento ejecutivo de los pacientes con demencia, aumentando la autonomía en sus actividades cotidianas y reduciendo el riesgo de caídas. En conclusión, las investigaciones recientes muestran que la actividad física es una intervención prometedora para la prevención y el tratamiento no farmacológico de la demencia, ya que contribuye a mejorar la calidad de vida de los pacientes. Sin embargo, los resultados varían según las características particulares del ejercicio analizado, como el tipo, la intensidad, la frecuencia y la duración. Por lo tanto, es importante conocer y comprender los factores específicos que confieren a la actividad física su potencial terapéutico, lo que conduce al desarrollo de programas de ejercicio diseñados especialmente para tratar la demencia.