El cuerpo humano tiene la capacidad de reparar casi todos sus tejidos y lo hace a diario en respuesta a cosas como el ejercicio. Los huesos, en particular, son buenos para curarse a sí mismos. Pero cuando las cosas van catastróficamente mal, más allá de la capacidad del cuerpo para repararse a sí mismo, se requiere la intervención de una fuente externa – por lo general un cirujano.
En el Reino Unido se necesitan unos diez años, después de obtener el título de médico, para convertirse en cirujano consultor en el NHS. La formación quirúrgica en otros países suele ser igual de rigurosa. Sin embargo, algunas personas recurren a personas no médicas para que les realicen operaciones. Un ejemplo reciente es el del australiano al que un aspirante a cirujano le extirpó el testículo izquierdo. Pero también hay muchos casos documentados de personas que se han operado a sí mismas.
Cuando la gente toma estas medidas desesperadas no suele ser porque haya escasez de cirujanos cualificados para hacer el trabajo. La mayoría de los casos de autocirugía se realizan en situaciones de vida o muerte. Por ejemplo, personas cuyos miembros quedan atrapados y que no pueden contactar con nadie.
Los miembros suelen ser sencillos de amputar porque en su mayoría son tejidos blandos: músculos, nervios y tejidos conectivos que rodean el hueso duro.
Quizás el caso más famoso de autocirugía de extremidades es el retratado en la película 127 Horas. La película cuenta la historia real del alpinista Aron Ralston, que tuvo que cortarse el brazo después de que quedara atrapado al caerle una roca encima.
De forma similar, en 2002 un pescador estadounidense se cortó el brazo después de que se enganchara en un cabrestante mientras estaba en el mar. Se cortó el brazo a la altura del codo para salvarse.
En ambos casos, los hombres fueron atendidos por profesionales médicos poco después del suceso traumático.
Para seccionar un miembro, la persona necesita usar la fuerza para romper sus huesos (siendo éste el tejido más difícil de cortar) y luego implementos como cuchillos y pinzas para romper los tejidos blandos. También necesitan torniquetes para atar los vasos sanguíneos y no morir desangrados. Una constitución fuerte también es útil.
La literatura médica también ha documentado casos de cirugía genital, especialmente en hombres. El pene y el escroto son fáciles de cortar, ya que se componen principalmente de tejido blando, pero tienen muchos vasos sanguíneos y un rico suministro de nervios, lo que hace que este tipo de cirugía sea complicada, por no hablar de dolorosa. Las motivaciones para hacer este tipo de cirugía son variadas y, en algunos casos, desconocidas.
Se han documentado casos de autocirugía abdominal, pero con menos frecuencia que la cirugía de las extremidades o de los genitales, probablemente debido a la complejidad de la anatomía y al hecho de que un traumatismo extremo en estas zonas suele provocar la muerte. Un hombre trató de eliminar el suministro de nervios a sus glándulas suprarrenales para suprimir la agresión y los impulsos sexuales no deseados.
El ejemplo más notable de autocirugía abdominal fue el caso de una mujer mexicana de 40 años que, en 2004, se realizó una cesárea a sí misma utilizando un cuchillo de cocina. Aplicó sus conocimientos sobre el sacrificio de animales para guiar el cuchillo a través de su pared abdominal hasta el útero. Lo único que tenía como anestesia eran tres tragos de «licor fuerte». Aunque tanto la madre como el niño sobrevivieron, el postoperatorio fue largo y complicado.
Si te parece mal…
La falta de conocimientos anatómicos podría hacer que el autocirujano se hiciera más daño que bien, pero teniendo en cuenta que las personas que realizan este tipo de cirugías suelen estar en situaciones de vida o muerte, a veces vale la pena correr el riesgo.
Los principales riesgos son dañar los órganos vitales, seccionar los vasos sanguíneos y la infección – el cuerpo humano es el hogar de muchas especies de bacterias, tanto interna como externamente, muchas de las cuales son oportunistas cuando se infligen lesiones o enfermedades en el cuerpo.
Aunque la idea de tener que realizar una autocirugía produce temor y miedo al ser humano medio, no es muy diferente a someterse a una cirugía a principios del siglo XIX, cuando aún no existían las técnicas de anestesia y asepsia. Estas cirugías tenían que ser muy rápidas y a menudo eran muy sangrientas.
Un notable cirujano del siglo XIX fue Robert Liston. Este cirujano escocés era ciertamente rápido -podía amputar una pierna en menos de tres minutos- pero también muy sanguinario. Es el único cirujano que logró una tasa de mortalidad del 300% como resultado de una operación. En su caso de amputación más famoso, murieron el paciente, su ayudante (que perdió un dedo al sujetar al paciente) y un observador. Los dos primeros por infección de sus heridas y el observador por el susto, al creer que se había cortado cuando en realidad sólo se había cortado su abrigo.