Si no hacemos un cambio fundamental en nuestra forma de vida, el mundo se enfrenta a la destrucción de ecosistemas enteros, a la inundación de zonas costeras y a un clima cada vez más extremo. Así lo advierte un reciente informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC). La tarea es enorme.
Una forma de abordarla es mirar atrás, a una época en la que el pensamiento científico sí consiguió iniciar cambios revolucionarios en nuestra perspectiva. En el siglo XVII, el filósofo Francis Bacon abogó por un «nuevo comienzo» en nuestra forma de pensar sobre el mundo natural, y ayudó a iniciar la revolución científica que sustituyó al pensamiento anquilosado de la época. Podríamos hacer algo peor que seguir su ejemplo una vez más -esta vez en nuestro pensamiento social y político- si queremos afrontar el mayor reto de nuestra era.
En su obra clave Novum Organum, Bacon identificó «cuatro ídolos» de la mente -falsas nociones o «ideas vacías»- que no sólo «ocupan las mentes de los hombres de modo que la verdad apenas puede entrar, sino que además, cuando se permite la entrada de una verdad, se oponen a ella». Una verdadera ciencia, dijo, debería «resolverse solemne y firmemente a negarlas y rechazarlas todas, limpiando nuestro intelecto al liberarlo de ellas».
Los ídolos de Bacon -enumerados a continuación- ya no forman parte del pensamiento científico estándar, pero siguen vigentes dentro de nuestro pensamiento moral y político, y proporcionan un modelo útil para entender los retos a los que nos enfrentamos y cómo podríamos responder a ellos.
Los ídolos de la tribu
Para Bacon, éstos «tienen su fundamento en la propia naturaleza humana… en la tribu o raza de los hombres». El entendimiento humano, dice Bacon, «es como un espejo falso, que … distorsiona y decolora la naturaleza de las cosas al mezclar su propia naturaleza con ella».
Bacon se refería a nuestra comprensión del mundo que nos rodea. Pero su argumento se aplica también a nuestra moralidad. Como ha argumentado el filósofo Dale Jamieson, nuestra comprensión moral natural es demasiado limitada para comprender las consecuencias morales y la responsabilidad que conlleva un problema como el cambio climático, en el que grupos difusos de personas causan un conjunto difuso de daños a otro conjunto difuso de personas, en un rango difuso de tiempo y espacio.
Dado que los «ídolos de la tribu» son naturales e innatos, son difíciles de cambiar. Como argumentó Jamieson, una forma de combatirlos es que los individuos cultiven conscientemente virtudes verdes, como el rechazo al materialismo, la humildad sobre su propia importancia y una amplia empatía con su ecosistema.
Los ídolos de la cueva
«Cada uno tiene una cueva o guarida propia», escribió Bacon, «que refracta y decolora la luz de la naturaleza». La cueva es el conjunto de conocimientos, propios de cada individuo, como resultado de su crianza y aprendizaje.
Esto se ha fragmentado aún más en los últimos años, ya que la gente sigue sus propios silos de información en línea. Por ejemplo, aunque la mayoría del Reino Unido cree que el aumento de las temperaturas globales es el resultado de las emisiones provocadas por el hombre, una considerable minoría (25%) no lo cree. El día del reciente informe del IPCC, gran parte de la prensa británica publicó como noticia principal un beso de borrachos entre dos concursantes de un reality show.
Para combatir a los ídolos de la caverna debemos asegurarnos de que, a través de la educación, los medios de comunicación y la cultura, se conozca bien el consenso científico que hay detrás del cambio climático.
Los ídolos del mercado
Para Bacon, éstos surgían «del consorcio, del coito, del comercio». El lenguaje cotidiano, argumentaba, disminuye nuestra comprensión del mundo al promover conceptos «impuestos por la aprehensión del vulgo» sobre los de «los doctos».
El lenguaje que domina el discurso político y económico contemporáneo disminuye igualmente nuestra relación con el mundo natural. Se hace hincapié en el beneficio, el consumo y el crecimiento continuo, en lugar del bienestar y la sostenibilidad. En consecuencia, nuestro sistema económico no está bien orientado hacia el medio ambiente.
La «Economía del Donut», y el movimiento «post-crecimiento» son propuestas útiles para replantear nuestros sistemas económicos y combatir los ídolos del mercado de Bacon. A nivel político global, los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU proporcionan un vocabulario político básico para abordar el cambio climático.
Los ídolos del teatro
Son «ídolos que han inmigrado a las mentes de los hombres desde los diversos dogmas de las filosofías que representan mundos de su propia creación». Son dogmas preconcebidos -de tipo religioso, político o filosófico- que socavan el pensamiento claro y basado en la evidencia sobre el mundo.
En la política contemporánea, los dogmas preconcebidos -a menudo en forma de intereses creados- siguen ejerciendo un control sobre nuestra respuesta al cambio climático. Por ejemplo, las cadenas de televisión invitan habitualmente a los negacionistas del cambio climático (a menudo financiados por la industria) a debatir puntos de evidencia científica, con el argumento del «equilibrio».
Para combatir a los ídolos del teatro, necesitamos un centro mundial reconocido en el que la información relevante de los organismos expertos pueda ser evaluada y traducida en acciones. Esto sería el equivalente moderno del matemático francés Marin Mersenne en el siglo XVII, cuya amplia gama de contactos (desde Hobbes hasta Pascal, pasando por Descartes y Galileo), le permitieron actuar, como dice Peter Lynch, como «un centro de Internet unipersonal» para la revolución científica emergente.
Para abordar el cambio climático, necesitamos urgentemente un proyecto restaurador de largo alcance, de escala y alcance similares a los de la revolución científica. Este cambio puede parecer a veces remoto y difícil de concebir. Sin embargo, como dijo el propio Bacon
El mayor obstáculo para el progreso de la ciencia -para el lanzamiento de nuevos proyectos y la apertura de nuevos campos de investigación- es que los hombres se desesperan y piensan que las cosas son imposibles.