A primera hora de la tarde del 11 de marzo de 2011, Japón se vio sacudido por un terremoto de 9 grados de magnitud que causó daños generalizados en la región costera del este del país. El terremoto fue tan potente que desplazó a Honshu, la isla más grande de Japón, 2,4 metros hacia el este y desplazó la Tierra sobre su eje entre 10 y 25 centímetros.
El tsunami que siguió devastó las zonas costeras de Tohoku y el sur de Hokkaido y se cobró la mayoría de las 15.848 vidas perdidas. Tras el enorme terremoto y el tsunami, se informó de un accidente en la central nuclear de Fukushima como posible emergencia de salud pública de interés internacional. Con el tiempo, la Escala Internacional de Sucesos Nucleares se elevó al nivel 7, el más alto.
El Gran Terremoto del Este de Japón puso a prueba la capacidad y el papel de la recién creada División de Seguridad Sanitaria y Emergencias de la Oficina Regional del Pacífico Occidental de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Desde el inicio de la catástrofe, y en colaboración con el Gobierno de Japón, la OMS utilizó su red mundial para comunicar y coordinar la recogida de información, la evaluación de los riesgos para la salud pública y la prestación de asesoramiento en materia de salud pública.