Instintivamente cojo la mano de la persona con la que salgo cuando estamos juntos en público. He agarrado las manos de mis hijos tanto en momentos de pánico como de frustración para protegerlos y acorralarlos. También he cogido sus manos mientras me acurrucaba. He cogido las manos de desconocidos en las reuniones de AA. Me he unido a círculos y he cogido las manos de compañeros de equipo antes y después de los partidos. Pero, ¿por qué lo hacemos? ¿Por qué los amantes, los padres, los amigos y los desconocidos encuentran un propósito en tomarse de la mano? Las razones son maravillosamente beneficiosas.
El tacto produce sustancias químicas que nos hacen sentir bien.
El contacto positivo con otro ser humano provoca una reacción química en nuestro cerebro que produce oxitocina, también conocida como la hormona del abrazo porque se libera cuando nos acurrucamos con otra persona o establecemos un vínculo social. Esta sustancia química que nos hace sentir bien mejora nuestra salud mental y física. Dar la mano a otra persona puede disminuir la depresión y la ansiedad y puede reducir el dolor y la presión arterial. Un estudio publicado en 2016 en el Journal of Pain de la Sociedad Americana del Dolor mostró que cuando los seres queridos se tomaban de la mano, sus niveles de dolor se reducían. Y otro estudio publicado en la revista Psychological Science demostró (con máquinas de resonancia magnética) que coger de la mano a un ser querido reduce el estrés.
Cuando cogemos la mano de la persona con la que tenemos una relación romántica, se crea una capa extra de intimidad y una sensación de seguridad. También experimentamos un proceso genial llamado «sincronización interpersonal»: el reflejo fisiológico de otra persona. Nuestros patrones de respiración empiezan a coincidir con los de nuestra pareja cuando la cogemos de la mano; esto es similar a coincidir con el modo de andar de alguien al caminar. Estar en sintonía con la pareja refuerza la conexión, que se traduce en confianza y seguridad. Todo esto nos hace sentir muy bien.
Tomar la mano es una señal de afecto.
Tengo amigos que se toman de la mano de maneras no románticas. Simplemente se acercan y se agarran las manos mientras se sientan juntos o mientras pasean juntos. He visto a adultos cogidos de la mano de sus padres con la misma facilidad con la que cogen la mano de su propio hijo. Es una señal visual de que te sientes conectado a alguien, y es una forma tangible de sentir esa cercanía. En algunos países y culturas, tomarse de la mano -incluso entre personas del mismo sexo- es una señal común de cariño. Los hombres árabes e indios, por ejemplo, se ven a menudo cogidos de la mano.
El contacto piel con piel no sólo es beneficioso para los padres y sus hijos; los amigos y familiares también se benefician del tacto. La mayor parte de las caricias que experimentamos no son sexuales, y tomarse de la mano no debería considerarse un acto sólo entre parejas románticas. Es una señal de que podemos ser vulnerables y estar conectados con confianza con alguien a quien queremos.
Tomar la mano es instintivo.
Al igual que poner el brazo delante del pasajero del coche que conducimos en un momento de miedo, coger la mano de la persona que está a nuestro lado en situaciones difíciles es un reflejo que conocemos desde la infancia. Cuando estamos asustados, nerviosos o tristes, tendemos la mano a la persona que tenemos al lado aunque no la conozcamos. Tal vez recordamos una época en la que éramos jóvenes y nos sentíamos reconfortados al coger la mano de alguien y no podemos evitar buscar esa misma sensación de arraigo y alivio en la mano de otra persona. O tal vez hayamos nacido para tomarnos de la mano. Los bebés suelen buscar y agarrar el dedo de su cuidador. Esa conexión suele forzar el contacto visual, lo que ayuda a los bebés a leer las expresiones faciales, les ayuda a establecer un vínculo con nosotros y les permite empezar a comunicarse de forma no verbal.
Nuestra piel es nuestro órgano más grande, y al coger a alguien de la mano nos estamos beneficiando de la sensibilidad que nos dieron al nacer para hacernos sentir mejor. El Instituto de Investigación del Tacto (TRI) afirma que coger las manos puede regular nuestro sistema nervioso, que es lo que a menudo necesitamos en momentos de dolor, shock o miedo. Piensa en las veces que has visto una película de miedo, que te han hecho una intervención médica o que has tenido que hablar en público; naturalmente, buscamos a alguien con quien poder pasar el miedo. Podemos agradecérselo al nervio vago porque tomarse de la mano lo estimula y nos pone en un estado de relajación.
Puede ser un acto de resistencia.
Aunque todos los humanos se benefician de tomarse de la mano de manera similar, no todas las personas que se toman de la mano son percibidas de la misma manera. Yo, como muchas otras personas queer, he tenido que resistirme a mi instinto de coger la mano de un compañero. La realidad de mi mundo es que no siempre estoy segura de mostrar cualquier señal de afecto a la persona que amo. Me beneficiaría absolutamente de la reducción del estrés en esas situaciones particulares si pudiera coger la mano de mi persona, pero los riesgos a veces superan esos beneficios y la prioridad pasa a ser llegar a casa sano y salvo.
Yo, y otros, también hemos cogido la mano como un acto de resistencia o desafío. Es un signo muy claro de orgullo y un mensaje de que, aunque tenga miedo, no dejaré que el mundo dicte a quién puedo amar. Este es un privilegio que no tienen todas las personas LGBTQIA+. Las personas de color queer, y en concreto las mujeres transexuales, corren un mayor riesgo de sufrir acoso y delitos de odio. Nadie debería pensárselo dos veces a la hora de buscar la seguridad que puede darnos un apretón de manos, pero la realidad es que a veces nuestro instinto de supervivencia supera a nuestro instinto de sentirse bien.
Acércate y coge la mano de alguien a quien quieres siempre que puedas; podría ser lo mejor que hagas por ti mismo en todo el día.
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