En 2014, un equipo de investigadores de la Universidad de Leeds lanzó una inquietante bomba de verdad al público al anunciar que los secadores de chorro de aire sin contacto de los baños públicos son cualquier cosa menos higiénicos. Descubrieron que estos dispositivos, cada vez más populares, lanzan al aire y a las superficies cercanas las bacterias de las manos mal lavadas (la mayoría de la gente no se lava las manos correctamente) en cantidades preocupantes, lo que aumenta la probabilidad de salir del baño cubierto de gérmenes de otras personas.
En experimentos de laboratorio que recrean un lavabo público, los secadores de chorro de aire introdujeron 27 veces más bacterias en el aire que las viejas toallas de papel, y estos microbios circularon durante 15 minutos después.
Ahora, los autores vuelven a presentar más pruebas contra los secadores de manos, esta vez a partir de experimentos en el mundo real.
Según informan en el Journal of Hospital Infection, el profesor Mark Wilcox y sus colegas se propusieron examinar cómo los métodos de secado de manos afectan a la propagación de bacterias en los baños de los hospitales, una cuestión importante porque se sabe que muchas infecciones graves y resistentes a los antibióticos circulan en entornos clínicos.
La investigación se llevó a cabo en hospitales de tres ciudades -Leeds, París y Udine (Italia)- durante un periodo de 12 semanas. En cada lugar se seleccionaron dos baños utilizados por los pacientes, el personal y los visitantes, y cada uno de ellos se preparó para ofrecer sólo un secador de chorro o toallas de papel. Se tomaron muestras de aire e hisopos de las superficies de los baños todos los días durante cuatro semanas y, después de una pausa de dos semanas en las recolecciones, cada baño cambió para ofrecer el método de secado alternativo. Este proceso se repitió una tercera vez.
Los cultivos de estas muestras revelaron que la cantidad total de bacterias en el aire y en las superficies era sistemáticamente mucho mayor en todos los baños cuando se utilizaban secadores de chorro. Las diferencias más dramáticas se observaron entre la superficie del propio secador de chorro y la superficie del dispensador de toallas de papel: en Udine, el secador estaba cubierto de 100 veces más bacterias, en París era 33 veces mayor, y en Leeds era 22 veces.