Así, comencé a contemplar los factores que me impulsaron a tomar decisiones en la escuela de farmacia y después de la graduación. Reflexioné sobre cómo mantuve mi impulso de logro como estudiante, como educador y como becario de posgrado. Ciertamente, los factores de motivación difieren de una persona a otra, pero me di cuenta de que mi nivel de motivación se ve continuamente afectado por unos cuantos consejos que eran comunes entre los que recibí a lo largo de los años.
Construir una base de apoyo
Una red sólida y de apoyo me permite aprender constantemente a la vez que obtengo perspectivas desde muchos puntos de vista. Los mentores adecuados pueden influir positivamente en tus decisiones para buscar oportunidades en las que quizá no habrías reparado sin su orientación. Aprender de las experiencias de mis mentores y ver sus logros me anima a asumir mis propios retos. Por ejemplo, como estudiante tomé la iniciativa de averiguar lo que podía conseguir estableciendo relaciones con mis mentores y expresando mis intereses. A partir de estas conexiones, pude encontrar proyectos y, finalmente, participar en investigaciones, publicaciones y presentaciones como estudiante de farmacia. Me parece que mi red me ayuda con frecuencia a llegar a otros profesionales.
Mis mentores también tienen un efecto significativo en mi motivación para hacer más. Escuchar los éxitos de mis alumnos al conseguir sus primeros trabajos tras la graduación, después de años de conversaciones de orientación, es increíblemente emocionante. Su trabajo duro y sus logros me inspiran a seguir manteniendo mis relaciones y me hacen responsable de actuar como un modelo a seguir.
Establecer objetivos realistas
Un factor importante que impulsa el agotamiento es establecer objetivos inalcanzables que probablemente no se lograrán en un plazo «ideal». El desánimo puede ser el resultado de poner el listón demasiado alto y no alcanzar el objetivo. Como la mayoría de los estudiantes de la facultad de farmacia, mi atención se dividía entre muchas áreas de interés, como la didáctica, las actividades extracurriculares, los trabajos a tiempo parcial y otras responsabilidades personales. Aunque me esforcé por destacar en todas estas áreas, descubrí que no podría dar lo mejor de mí en cada una de ellas; simplemente no había suficiente tiempo en el día. Al dar un paso atrás para evaluar mi situación, descubrí que era importante identificar objetivos más manejables priorizando mis tareas y limitándome cuando era necesario. No me malinterpretes, un buen reto es emocionante y te animo a que aproveches la oportunidad, pero la clave está en reconocer cuánto se puede manejar y qué es posible de forma realista teniendo en cuenta otras limitaciones.
Mantente positivo
Puede que la búsqueda del trabajo soñado no haya tenido éxito, o que un proyecto no haya salido como estaba previsto. Aunque es más fácil decirlo que hacerlo, es importante reconocer que hay pros y contras en cualquier situación. Algunas de mis mayores lecciones han nacido de los fracasos, y estos aprendizajes siguen empujándome a hacer algo mejor o diferente. En una ocasión, pensé en el proyecto de investigación «perfecto» que habría proporcionado resultados interesantes y útiles. Sin embargo, tras muchas discusiones e intentos, me di cuenta de que el proyecto no podía llevarse a cabo debido a los plazos y las limitaciones que escapaban a mi control. A medida que avanzaba, seguía recordando las lecciones aprendidas y utilizaba mi falta de éxito como combustible para impulsar mi siguiente tarea. De hecho, como mi primer proyecto no tuvo éxito, tuve el margen de maniobra necesario para defender un proyecto diferente y posiblemente mejor. Estas situaciones ofrecen la oportunidad de aprender y crecer a partir de una experiencia desafiante. Aunque un cambio de planes puede ser inquietante, puede resultar una oportunidad aún mayor.