La mayoría de los profesionales e investigadores definen la pérdida de peso involuntaria como una disminución del 5% al 10% del peso corporal en un período de 1 a 12 meses.3-6 Un punto de referencia clínicamente útil es el 5% en un período de 6 meses. En el 25% de los casos, la etiología es idiopática y desconocida.7 Las etiologías identificadas generalmente incluyen:
– Orgánica. El cáncer es la principal causa, representando entre el 24% y el 38% de los casos (la pérdida de peso puede ser el único síntoma de la carga tumoral).5 La demencia provoca marcadas alteraciones del gusto y el olfato, disminuyendo la deseabilidad de los alimentos. La disfasia suele acompañar a la demencia grave, al igual que los déficits mediados centralmente en el control del apetito y la saciedad. Otras causas orgánicas pueden ser gastrointestinales (; náuseas, vómitos, saciedad precoz, diarrea), endocrinas (hipertiroidismo, diabetes no controlada), enfermedad de Parkinson y enfermedades crónicas (enfermedad pulmonar obstructiva crónica, insuficiencia cardíaca congestiva).4,5
– Psiquiátricas. La pérdida de peso es el síntoma clave de la depresión y puede estar presente con los trastornos bipolares, de personalidad, dismórficos y de ansiedad, así como con el abuso de sustancias y el alcoholismo, y la adicción a la nicotina. 5
– Funcional. La disminución de las habilidades de la vida diaria y la pobreza impactan negativamente en las compras y la cocina. La falta de prótesis dentales o su mal ajuste dificultan la alimentación. La negligencia del cuidador es otro factor; la calidad de la relación entre la persona alimentada y el alimentador es un predictor de la ingesta de alimentos.4 La soledad y el aislamiento social también están relacionados con la disminución de la ingesta de alimentos.
– Medicación. Los efectos secundarios de la medicación (anorexia, xerostomía, disgeusia, disosmia, disfagia, náuseas, vómitos y diarrea) son las principales causas de la pérdida de peso entre los ancianos.8
La pérdida de peso involuntaria es un factor predictivo de la mortalidad. Los estudios informan de que entre el 9% y el 38% de las personas mueren entre 1 y 2½ años después de la pérdida de peso.1,2 Las consecuencias de la pérdida de peso involuntaria son el aumento de las hospitalizaciones, las complicaciones intrahospitalarias, el mayor riesgo de institucionalización, el aumento de las comorbilidades, el retraso en la recuperación de las lesiones, el retraso en la cicatrización de las heridas, el aumento de las caídas, la disminución de las capacidades funcionales y una peor calidad de vida en general.2,3,8 La mortalidad es 4 veces mayor para aquellos con una pérdida de peso del 5% en el plazo de 1 mes.6
Pérdida de peso normal relacionada con la edad
La masa corporal magra disminuye a un ritmo de 0,3 kg/año (0,66 lb) a partir de la tercera década de vida. Dado que la masa corporal magra tiende a ser sustituida por grasa, el peso corporal total suele permanecer estable. A partir de los 65-70 años, la pérdida de peso se produce a un ritmo de 0,1 a 0,2 kg/año como resultado de los cambios en las hormonas que regulan el apetito y la saciedad, junto con la disminución de las tasas metabólicas basales.6,8
Evaluaciones
La evaluación debe establecer la causa y, si es reversible, tratarla en consecuencia. Cuando los pacientes afirman que su pérdida de peso es el resultado de una dieta, hay que indagar sobre los cambios en el estilo de vida. Mantener la pérdida de peso es difícil, y si el paciente mantiene los kilos con facilidad, la dieta puede ser un hecho casual.
La evaluación del paciente sigue un enfoque de 3 pasos, centrándose en las neoplasias, los trastornos gastrointestinales no malignos y la depresión.
Paso 1. Se requiere un examen médico completo, junto con una revisión del régimen de medicación y la detección de la depresión. Se realizan pruebas de laboratorio básicas, incluyendo una prueba ultrasensible de la hormona estimulante de la tiroides, un análisis de orina y una prueba de sangre oculta en heces.
Paso 2. Debe solicitarse una tomografía computarizada desde el cuello hasta la pelvis con contraste (y una mamografía para las mujeres), especialmente si los hallazgos del paso 1 no son notables.
Paso 3. Se realiza una endoscopia GI, esofagogastroduodenoscopia o colonoscopia. Estos diagnósticos tienen un alto rendimiento para un grupo selecto de pacientes.5,6
El diagnóstico diferencial puede ser difícil, pero los diagnósticos deben estar justificados. Un enfoque de escopeta rara vez es productivo.
Directrices de asesoramiento
Los pacientes pueden negar o no informar de la pérdida de peso, por lo que hay que buscar indicios que lo sugieran, como ropa holgada o anillos de gran tamaño. Indague si hay problemas de salud bucal y síntomas gastrointestinales (gases, náuseas o vómitos). Determine si la pérdida de peso es intencionada. Revisar la medicación del paciente para determinar si puede ser un factor contribuyente y, en ese caso, ponerse en contacto con el médico que la prescribe. Los pacientes que no informen de ningún cambio en la ingesta de alimentos deben acudir a su médico de cabecera. Se debe animar a todos los pacientes a utilizar las intervenciones destacadas en la Tabla 1.
Tratamiento
El tratamiento se centra en la etiología subyacente. La depresión y las enfermedades gastrointestinales no malignas son causas reversibles comunes.8 Las intervenciones utilizadas para revertir o minimizar la pérdida de peso adicional incluyen las no farmacológicas (Tabla 1) y las farmacológicas (Tabla 2), siendo las primeras de primera línea. Se recomienda realizar controles de peso semanales de seguimiento.
La FDA no ha aprobado ningún fármaco para la pérdida de peso involuntaria. Los datos existentes que apoyan los agentes farmacológicos provienen en su mayoría de estudios pequeños. El tratamiento farmacológico produce un aumento de peso a corto plazo (aproximadamente 3-7 lb)11 pero no mejora la salud ni la mortalidad a largo plazo. Los efectos secundarios de los medicamentos orexígenos (estimulantes del apetito) y anabólicos limitan su uso. La ciproheptadina y el dronabinol pueden favorecer el aumento de peso; la toxicidad para el sistema nervioso central es motivo de preocupación. Los pacientes que reciben megestrol y dronabinol suelen aumentar de peso, pero el peso es principalmente de tejido adiposo, no de masa corporal magra.12 La hormona de crecimiento humano y otros agentes anabólicos promueven el aumento de peso, pero se asocian a un aumento de la mortalidad. Se están investigando las terapias con anticitolinas, las terapias con antileptina y los medicamentos antiinflamatorios.9 â-
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