Cuando surgió el índice tobillo-brazo (ITB) en 1950, se propuso inicialmente su uso como herramienta de diagnóstico no invasivo de la enfermedad arterial periférica (EAP) de las extremidades inferiores. Desde entonces, los estudios han demostrado que el ITB es un indicador de aterosclerosis en otras localizaciones vasculares, lo que lo convierte en un útil marcador pronóstico de eventos cardiovasculares y deterioro funcional, incluso en ausencia de síntomas de EAP.
En un número de Circulation, la Asociación Americana del Corazón (AHA) publicó una declaración científica con recomendaciones estandarizadas para la medición y el seguimiento del ITB. Las recomendaciones proporcionan protocolos y umbrales para su uso en la predicción de la EAP y el riesgo cardiovascular, según Michael H. Criqui, MD, MPH, FAHA, que copresidió el comité de redacción que desarrolló la declaración científica. «La falta de normas para medir y calcular el ITB puede dar lugar a discrepancias que pueden afectar significativamente tanto a la prevención como al tratamiento de las enfermedades cardiovasculares», afirma. «La prevalencia estimada de la EAP puede variar sustancialmente según el modo de cálculo del ITB.»
Reducción de la variación en la técnica del ITB
Estudios recientes han revelado que las técnicas para realizar el ITB varían de un clínico a otro. Se han identificado varias variables, entre ellas la posición de los pacientes durante la medición, los tamaños de los manguitos del brazo y la pierna, y el método de detección del pulso sobre la arteria braquial y en los tobillos. Otras variables incluyen si las presiones del brazo y del tobillo se midieron bilateralmente, qué pulsos del tobillo se utilizaron y si se obtuvo una única medida o medidas repetidas.
La AHA ha aprobado varias recomendaciones para medir el ITB (Tabla 1). «Estas recomendaciones pueden servir de guía para asegurar que los clínicos están midiendo el ABI de forma adecuada», dice el Dr. Criqui. «Al utilizar datos basados en la evidencia para guiar el uso del ABI, existe la esperanza de que podamos minimizar las variaciones en la realización de las pruebas».
Cómo interpretar las lecturas del ABI
La AHA respaldó un umbral de puntuación del ABI de 0,90 o menos para la detección de la EAP. Al calcular el ITB, los médicos deben dividir la mayor de las dos presiones de las extremidades inferiores por la mayor de las presiones sistólicas del brazo derecho o izquierdo. Los médicos deben utilizar el ITB de la pierna con el valor más bajo, excepto cuando haya arterias no comprimibles.
Si la puntuación del ITB es superior a 0,90 pero se sospecha de EAP, se recomienda una medición del ITB después del ejercicio y otras pruebas no invasivas, que pueden incluir la obtención de imágenes (Tabla 2). Una puntuación de 0,91 a 1,00 se considera «limítrofe» y apropiada para una evaluación adicional. Para una medición después del ejercicio, un descenso de la presión del tobillo de más de 30 mm Hg o una disminución de más del 20% en el índice debe ser el criterio diagnóstico de la EAP. Según la AHA, si la puntuación del ITB es superior a 1,40 a pesar de la sospecha clínica de arteriopatía periférica, debe realizarse un índice braquial del dedo gordo del pie u otras pruebas no invasivas (p. ej., de imagen).
«El ITB se recomienda como prueba no invasiva de primera línea para diagnosticar la arteriopatía periférica si se sospecha de la enfermedad basándose en los síntomas y los hallazgos clínicos», dice el Dr. Criqui. «Además, como marcador pronóstico, el ABI puede añadir información incremental más allá de las puntuaciones de riesgo estándar». Un valor del ABI igual o inferior a 0,90 o superior a 1,40 es anormal.
Siguen existiendo necesidades insatisfechas en la interpretación del ABI
Según el Dr. Criqui, se han identificado varias cuestiones como lagunas en la evidencia para utilizar e interpretar el ABI. «Todavía no está claro si deben considerarse umbrales específicos al utilizar el ABI en diferentes grupos de sexo y etnia. Además, hay pocos análisis de coste-eficacia disponibles, pero se están realizando estudios sobre este tema. Además, deberíamos investigar detenidamente alternativas potencialmente más fáciles y rápidas para medir el ABI».
Importante, el Dr. Criqui añade que actualmente se desconoce con qué frecuencia deben repetirse las mediciones del ABI. «En la mayoría de los pacientes, el ITB disminuye con la edad y la incidencia de la EAP aumenta», explica. «Disponemos de pruebas limitadas sobre los índices de progresión del ITB y sobre la rentabilidad de repetir la medición del ITB en diferentes grupos de pacientes. Será importante abordar estas cuestiones a medida que mejore el conocimiento de la EAP y su relación con las enfermedades cardiovasculares y aumente el uso del ITB».