La heroína es el nombre común de la droga psicoactiva, la diacetilmorfina. Puede fumarse, esnifarse, introducirse por vía rectal o inyectarse.
La heroína se procesa a partir de la morfina, que es una sustancia natural que se extrae de las plantas de adormidera. La adormidera se ha cultivado durante más de cinco mil años para una amplia variedad de usos medicinales, sobre todo como analgésico utilizado en el tratamiento del dolor.
Se sintetizó por primera vez a partir de la morfina en 1874 y fue comercializada por Bayer, la compañía farmacéutica alemana, como un supresor de la tos y un sustituto «no adictivo» de la morfina hasta que se ilegalizó en Estados Unidos en 1924. En la actualidad, la heroína está clasificada como una sustancia de la Lista I, lo que significa que el gobierno federal ha determinado que no tiene un uso médico actualmente aceptado y que tiene un alto potencial de abuso.
Las personas que consumen heroína describen una sensación de calidez, relajación y desapego, con una menor sensación de ansiedad. Es un potente sedante y, debido a sus cualidades analgésicas, también pueden disminuir los dolores físicos y emocionales.
Estos efectos aparecen rápidamente y pueden durar varias horas, dependiendo de la dosis y del modo de administración. Cuando se inyecta o se fuma, se introduce rápidamente en el torrente sanguíneo y provoca un subidón instantáneo de placer eufórico.
Además del alivio del dolor y la sedación, el consumo de heroína también puede provocar estreñimiento, náuseas y depresión respiratoria, lo que provoca una respiración poco profunda, una disminución de la presión arterial y una reducción del ritmo cardíaco. El consumo prolongado puede conducir a la dependencia física. Algunas personas que consumen heroína lo hacen porque esta dependencia física significa que si dejan de consumirla, experimentarán graves síntomas de abstinencia que les harán enfermar físicamente. Muchos otros siguen consumiendo heroína porque les proporciona una sensación de confort y seguridad.