Con la caída de Espartero, el conjunto de la clase política y militar llegó a la convicción de que no había que convocar una nueva Regencia, sino reconocer la mayoría de edad de la Reina, a pesar de que Isabel sólo tenía doce años. Así comenzó el reinado efectivo de Isabel II (1843-1868), que fue un periodo complejo, no exento de altibajos, que marcó el resto de la situación política del siglo XIX y parte del XX en España.
La proclamación de la mayoría de edad de Isabel II y el «incidente Olózaga» El exilio del regente, el general Olózaga.El exilio del regente general Baldomero Espartero produjo un vacío político. El progresista «radical» Joaquín María López fue restituido por las Cortes a la Jefatura del Gobierno el 23 de julio, y para acabar con el Senado, donde los «esparteristas» tenían mayoría, lo disolvió y convocó elecciones para renovarlo por completo -en contra del artículo 19 de la Constitución de 1837, que sólo permitía renovarlo por tercios-. También nombró el Ayuntamiento y la Diputación de Madrid -lo que también era una violación de la Constitución- para evitar que los «esparteristas» se hicieran con ambas instituciones en unas elecciones -López lo justificó de la siguiente manera: «cuando se lucha por la existencia, el principio de conservación es el que destaca por encima de todo: se hace lo que se hace con el enfermo amputado para que viva».
En septiembre de 1843 se celebraron elecciones a Cortes en las que progresistas y moderados se presentaron en coalición en lo que se denominó «partido parlamentario», pero los moderados obtuvieron más escaños que los progresistas, que además seguían divididos entre «templados» y «radicales», por lo que carecían de un liderazgo único. Las Cortes aprobaron que Isabel II fuera proclamada mayor de edad por adelantado en cuanto cumpliera los 13 años al mes siguiente. El 10 de noviembre de 1843 juró la Constitución de 1837 y a continuación, siguiendo la costumbre parlamentaria, el gobierno de José María López dimitió. La tarea de formar gobierno fue encomendada a Salustiano de Olózaga, líder del sector «templado» del progresismo. Fue elegido por la reina porque había pactado con María Cristina a su regreso del exilio.
El primer revés que sufrió el nuevo gobierno fue que su candidato a presidir el Congreso de los Diputados, el ex presidente del Gobierno Joaquín María López, fue derrotado por el candidato del Partido Moderado, Pedro José Pidal, que no sólo recibió los votos de su partido sino también los del sector «radical» de los progresistas encabezados entonces por Pascual Madoz y Fermín Caballero, a los que se sumó el «templado» Manuel Cortina. Cuando surgió la segunda dificultad, sacar adelante la Ley de Ayuntamientos, Olózaga apeló a la reina para que disolviera las Cortes y convocara nuevas elecciones que le proporcionaran una Cámara de apoyo, en lugar de dimitir por haber perdido la confianza de las Cortes. Fue entonces cuando se produjo el «incidente Olózaga», que sacudió la vida política al ser acusado el presidente del Gobierno por los moderados de haber obligado a la reina a firmar los decretos de disolución y convocatoria de las Cortes. Olózaga, a pesar de proclamar su inocencia, no tuvo más remedio que dimitir y el nuevo presidente fue el moderado Luis González Bravo, que convocó elecciones para enero de 1844 con el beneplácito de los progresistas, a pesar de que el gobierno acababa de llegar al poder y había restablecido la Ley de Ayuntamientos de 1840 -que había dado lugar a la «revolución de 1840» progresista que terminó con la regencia de María Cristina de Borbón y la asunción del poder por el general Espartero.