Hola tú,
Te escribo hoy como matrona de ocho años y como mamá de tres niños. Quiero que sepas que te entiendo perfectamente. Estás a punto de hacer una de las cosas más intensas de toda tu vida, y te sientes un poco nerviosa.
Yo también lo estaba. Cada vez.
Ser comadrona nunca me quitó el nerviosismo de dar a luz. Sí, sabía qué esperar un poco más, pero ninguna cantidad de conocimiento o experiencia puede quitar todos los pensamientos y preocupaciones que rodean este enorme momento de tu vida.
Desearía poder envolverte en un gran abrazo ahora mismo, pero como no puedo, compartiré algunas cosas para que las tengas en cuenta:
Está bien sentirse nerviosa
O preocupada. O emocionado. O con mucha alegría. O inseguro. O una gran maraña de todas esas cosas. No estás solo, y está bien.
Si puedes, trata de no alejar esos sentimientos -siéntete en ellos, aunque te sientas mal. Las emociones son una parte muy real e importante de este viaje, y estar nervioso no te hace débil, te hace humano.
A menudo, cuando intentamos desechar nuestras emociones, éstas vuelven con más fuerza. Intenta tomarte unos momentos de tranquilidad y sentarte con tus sentimientos. Lo más probable es que tus nervios se calmen bastante.
Recuerda, si alguna vez sientes que el nerviosismo se está convirtiendo en miedo o que ocupa una gran parte de tus pensamientos, puedes hablar con un terapeuta sobre ellos.
Confía en tu cuerpo
No me refiero a esto en el sentido de que te sientes y dejes que tu cuerpo se haga cargo, y todo será perfecto. Porque a veces nuestros cuerpos necesitan algo de ayuda. Ya sea una epidural, pitocina o una cesárea, a veces las intervenciones son necesarias.
Lo que quiero decir es que confíes en tu cuerpo para que te diga, y nos diga, lo que necesita.
Si lo que su cuerpo y su mente necesitan es que les dejen tranquilos, en su zona, haciendo lo suyo sin intervenciones, su cuerpo se lo dirá: sentirá que puede hacer frente a las contracciones, su cuello uterino se dilatará, el ritmo cardíaco de su bebé se mantendrá estable.
Si su cuerpo y su mente necesitan ayuda para hacer frente al dolor, lo sabrá. Los analgésicos y la epidural tienen un lugar en el parto, sin duda, y si sientes que los necesitas, está bien.
Y tu cuerpo nos hará saber si es necesaria una intervención. Si no estás dilatando, si tu presión sanguínea es alta, si el bebé no está perfectamente feliz… tu cuerpo y tu bebé te dirán y nos harán saber todas estas cosas, y todos se ajustarán en consecuencia.
No importa cómo se desarrolle tu historia, tú y tu cuerpo serán la luz que te guíe. Y hablando de tu historia…
Tu historia se desarrollará lentamente
Puede resultar abrumador pensar en todo el proceso de dar a luz a tu bebé: un día estás pasando el rato y al día siguiente… ¡tienes un bebé! Un bebé que has dado a luz, fuera de tu cuerpo. Whoa.
Pero en general, tu historia se desarrollará bastante lentamente. Sí, existen las raras ocasiones de partos muy rápidos, o emergencias en las que las cosas suceden rápidamente. Pero para bien o para mal, el nacimiento suele llevar mucho tiempo. Lo que significa que tendrás la oportunidad de entender lo que está pasando.
Tu equipo debe explicarte las cosas a medida que suceden, y un paso te llevará al siguiente, y finalmente, tendrás a tu bebé. Es una historia bastante grande, incluso cuando es muy larga.
Tienes más control del que crees
La madre naturaleza es la jefa final aquí, pero no olvides que tú también tienes mucho poder aquí. Si vas a dar a luz en un centro de maternidad o en un hospital, puede que haya algunos protocolos que el personal sigue, pero nunca tengas miedo de pedir lo que quieres. A veces estamos un poco ocupados o estamos acostumbrados a nuestras costumbres y nos olvidamos de ofrecer otras opciones. Eso no significa que no estén disponibles para usted.
Por ejemplo, quizá no le guste la situación de la bata de hospital. Pregunte si está bien llevar su propio camisón (siempre que no le importe que se ensucie un poco). Otra cosa habitual es que nos olvidemos de quitarle el manguito de la tensión arterial después de que haya terminado de apretarlo; pregunte si puede quitárselo.
Pregunte si puede levantarse de la cama y caminar o bailar junto a ella, siempre que permanezca conectada al monitor. Pregunte si puede tomar un poco de caldo de pollo. Si hay algo que te haga sentir mejor, pídelo. Tienes todo el derecho a hacerlo, y te sorprenderá la frecuencia con la que te responderán con un «¡oh, claro!»
Tienes un bebé. Y tu bebé estará obsesionado contigo.
En todo el ajetreo del embarazo -citas, registros, anidación, guarderías- es muy fácil olvidar que al final de todo esto, tienes un bebé. Tu bebé, al que podrás abrazar, besar, vestir y oler… ese olor a bebé recién nacido.
Y tu bebé va a estar locamente enamorado de ti. No vas a ser un padre perfecto. Ninguno de nosotros lo es. Pero eres el padre perfecto para tu bebé. Y ellos van a amarte hasta la luna y de vuelta.
Lo tienes, mamá.
Una versión de este artículo aparece en The Motherly Guide to Becoming Mama: Redefining the Pregnancy, Birth, and Postpartum Journey.