¿Te has sentido alguna vez decepcionado cuando parece que Dios cierra una puerta? Es difícil confiar en Dios y preguntarse al mismo tiempo qué está tramando, ¿verdad?
Hace unos años, mi familia recibió una noticia descorazonadora. Mi hijo se había atrevido a solicitar plaza en una universidad muy competitiva, la número uno del país en su campo de estudio. Se esforzó mucho en rellenar la solicitud, hacer pruebas adicionales, escribir múltiples ensayos e incluso ir a una entrevista. Sabíamos que sólo el 8% de los mejores estudiantes de la nación podían ser aceptados, pero aún así nos quedamos destrozados cuando recibió la notificación de que no podrían ofrecerle la admisión.
Por lo general, optimista y positivo, mi hijo lloró la pérdida de su sueño, y el corazón de mi madre estaba magullado al verlo tan decepcionado. Había trabajado duro, aparentemente para nada. Me pareció tan injusto que no pude evitar preguntarle a Dios: «¿Qué estás haciendo?»
Al día siguiente le conté mi triste historia a una amiga mientras tomábamos un café. Su respuesta me sorprendió:
- «Si Dios no cerrara las puertas, no sabríamos por cuáles pasar»
- Las Escrituras nos dicen que Dios no sólo abre puertas, sino que también las cierra.
- Tenga la seguridad de que Dios le abrirá otra puerta
- Amigo, si estás viendo una puerta cerrada hoy, anímate.
- Espera en Dios
- Sigue confiando en Él.
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«Si Dios no cerrara las puertas, no sabríamos por cuáles pasar»
Su sabiduría de sentido común cambió mi actitud. Mi amiga tenía razón. Siempre queremos que Dios nos abra puertas, y a veces lo hace. Nos emocionamos cuando empezamos un nuevo puesto en el trabajo, o cuando Dios nos proporciona el dinero para un coche nuevo. Si nos aceptan en un programa de maestría o en un grupo profesional exclusivo, le damos las gracias por abrir las puertas. Pero a veces Dios cierra una puerta, y esa puerta cerrada también es parte de su guía.
Las Escrituras nos dicen que Dios no sólo abre puertas, sino que también las cierra.
Él abre las puertas correctas y cierra las incorrectas para llevarnos por el camino que tiene para nosotros. Tal vez estás enfrentando una puerta cerrada que te decepcionó: te despidieron del trabajo, o la venta de tu casa no se cerró. Tal vez su hijo no entró en el equipo de natación.
Tenga la seguridad de que Dios le abrirá otra puerta
El día después de que mi hijo recibiera su devastadora noticia, recibió la aceptación y una generosa beca para un programa de honores de la universidad en nuestro estado natal. Ha tenido acceso a una educación y unas oportunidades excelentes. El otoño pasado estudió en la Sorbona de París, y esta primavera representó a su escuela en una conferencia en Nueva York. Recordando su decepción inicial, nos maravillamos ahora de la bondad de Dios, y sospechamos que es más feliz de lo que habría sido en la escuela de élite de la Costa Este.
Amigo, si estás viendo una puerta cerrada hoy, anímate.
Espera en Dios
Cuando Dios cierra una puerta, tiendo a seguir golpeando en ella y tratar de hacer que las cosas sucedan por mí mismo. Tal vez un mejor enfoque es dar un paso atrás y esperar en el Señor. El Salmo 25:4 nos anima a orar: «Muéstrame tus caminos, Señor, enséñame tus sendas. Guíame en tu verdad y enséñame».
Sigue confiando en Él.
Puede que tengas que esperar una puerta abierta más tiempo que mi hijo, pero incluso cuando las cosas no van como esperas, el Salmo 25:10 te anima a recordar la bondad de Dios. «Todos los caminos del Señor son amorosos y fieles»
Dios tiene el control. Él tiene un plan, y te guiará a través de él. Tarde o temprano, Él abrirá la puerta correcta para ti. Y cuando pases por esa puerta abierta, darás gracias por las que Él cerró.
Ahora es tu turno: ¿Ha abierto o cerrado Dios una puerta en tu vida últimamente?
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Foto Crédito: Melika
